Arrivo adesso, da un piccolo giro per la città, un’immersione nella mia testa, nel mio cuore; comme spesso, delle considerazione politiche e sociale. Però, la vera questione, come sempre, è la maledetta conessione — o piutosto, l’asseza di conessione — fra la mente e il cuore; avvolte immagino che quel ponte sarebbe ciò che la gente chiama l’anima.
Mi fa paura quando la mia anima incomincia a errare, dentro o fuori; le volte que mi capita non riesco a seguirla per metterla di nuove in fila, e gli vado in dietro per le mura, salgo al tetto, entro per le finestre, ma lei è tanto più rapida di me, si nasconde e mi salta su, mi prende per confondermi e poi segue correndo. Quando, stanco di tanto girare, acceto i giochi dell’anima e decido di giocare anch’io, e voglio farli paura. Salgo nella machina, come se fosse a tornare a casa, apro tutte le porte, però, per lasciarla salire. Lei si fa difficile, sento nei pelli del bracio — ovviamente, come tutti sapiamo, un anima è invicibile — come viene a le porte e poi si allontana, aspetando una riazione di me. Io faccio tutto lentamente, pongo la sigaretta in boca, e mi dispongo a partire. Non ho nemeno bisogno di muovermi, appena accendo la machina, lei sale e si siede indietro... tutto il cammino.
Non diciamo parola. I miei pensieri esplodono e il cuore batte lontano, la musica rompe il silencio mentre i fari rompono la pioggia, la notte azzurra pasa in fretta lungo la strada. Tremiamo tutti i quattro: il cuore, la testa, l’anima ed io. “E la tenerezza che sento porterà il buio in giù...”, ma c’è meno luce cuando arriviamo già rotti. Prendo le parti: l’accenditore, il sacco, le chiave, le sigarette e tutti riuniti saliamo a casa. Dopo un’ora e mezza vedo chiaramente il mio errore. Non basta scrivere senza riposo, l’anima è ancora nascosta, il cuore oppreso, la mente occupata cercando parole que non esistono. Ed io, dimenticato dei tre, non voglio scrivere più.
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A peticíon de dos presuntos lectores del lugar (asiduos conversadores), hago la traducción. En realidad, esto me mete en problemas, y requerirá de la ulterior corrección de ambas pero, por mientras (el "por mientras" parece una nueva costumbre mía), va la consabida traducción:
"Llego ahora, de una pequeña vuelta por la ciudad, una inmersión en mi cabeza, en mi corazón; como siempre, consideraciones políticas y sociales. Sin embargo, la verdadera pregunta, como siempre, es la maldita conexión —o más bien, la falta de conexión— entre la mente y el corazón; a veces imagino que tal puente sería lo que la gente llama alma.
Me atemoriza cuando mi alma comienza a errar, dentro o fuera; cada vez que me ocurre no logro seguirla para ponerla de nuevo en orden, y la sigo por los muros, subo al techo, entro por las ventanas, pero ella es mucho más rápida que yo, se esconde y e salta encima, me agarra para confundirme y luego sigue corriendo. Cuando, cansado de tanto dar vueltas, acepto los juegos del alma decido jugar también yo, y quiero meterle miedo. Subo al coche, como si fuera a regresar a casa: abro todas las puertas, no obstante, para dejarla subir. Se hace la difícil, siento en los pelos del brazo —obviamente, como todos sabemos, un alma es invisible— como viene a la puerta y luego se aleja, esperando una reacción en mi. Hago todo lentamente, me pongo el cigarro en la boca y me dispongo a partir. No necesito siquiera moverme, apenas arranco el coche, ella sube y se sienta atrás… todo el camino.
No decimos palabra. Mis pensamientos explotan y el corazón late lejano, la música rompe el silencio mientras los faros rompen la lluvia, l anoche azul profunda pasa rápida por la calle. Temblamos los cuatro: el corazón, la cabeza, el alma y yo. “Y la ternura que siento llevará abajo lo oscuro…”, pero hay menos luz cuando llegamos ya rotos. Recojo los pedazos: el encendedor, la bolsa, las llaves, los cigarros y todos reunidos subimos a casa. Después de una hora y media veo claramente mi error. No basta con escribir sin descanso, el alma está aún escondida, el corazón oprimido, la mente ocupada buscando palabras que no existen. Y yo, olvidado por los tres, ya no quiero escribir."
He dicho.
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