vendredi, mars 23, 2007

J’ai rêvé de toi

Fui a dormir esta mañana (sí, esta mañana) como a las 6h30 o 7h, después de una noche completa revisando una traducción. Creo que me acosté con hambre, pero ya me había lavado los dientes y, curioso en mí, el hambre no era entonces mi mayor urgencia. Terminé por irme a la cama. A pesar del cansancio y del definitivo estado de somnolencia en que me encontraba no me fue fácil conciliar el sueño; dormitaba un rato y despertaba al poco tiempo en un sobresalto.

Creo que fue así como llegué al restorán. Hice algunos esfuerzos por memorizar su nombre. Ahora creo que se llamaba Aramburu o Arámburo porque cuando empecé a entender el tipo de “negocio” que era pensé que hubiera sido más lógico que se llamara Peh Nam Bhuro… No recuerdo ni la entrada al lugar ni la recepción que debieron haberme dado. Borroso, en mi memoria, sólo me veo caminando hacia una mesa siguiendo a una mesera vestida de rosa —de un curioso tono de rosa— que llevaba un mandil blanco. De hecho, todo el lugar era rosa, había cortinas, pilares de piedra (tal vez de un mármol rosa veteado de negro), manteles. Al fondo, entre sombras, se veían las paredes más bien rojizas. El techo y todos los adornos del lugar eran dorados y el aire estaba tibio. Creo que olía a algo, quedaría bien si dijera ahora que era un aroma a especias pero, en realidad, ya lo he olvidado. Me senté. La mesera puso una servilleta blanca sobre mi mantel rosa y se fue sin decir palabra. Yo tenía mucha hambre.

— ¿A qué hora traen aquí el menú?

No sé de donde apareció un plano del lugar. Al centro de uno de los lados cortos de la construcción con disposición rectangular, la puerta —pequeñísima— flanqueada por muros masivos que se doblaban en escaleras y torres muy adornadas. Por dentro, una serie de pasillos concéntricos penetraban en las gruesas paredes que aislaban los espacios interiores. En los planos, en blanco y negro, el frente de la construcción daba a un atrio tachonado con círculos grises, como delgadas venas de carbón brillante en el papel gastado. De inmediato recordé el parque nebuloso y húmedo, el aire gris y las plantas de verde oscuro e intenso. ¿Campos Elíseos? ¿Emilio Castelar? Hiedras, troncos, rocío. El aire helado y limpio de la mañana que lastima y libera el respirar.

Era pesado y ya casi caliente dentro (había olvidado decir que el salón en que me encontraba era completamente circular, con un techo muy alto que no alcanzaba a ver porque mi mesa estaba casi completamente cubierta por un plafón más bajo… y rosa). Ceremoniosamente, regresa mi mesera a mi mente y puedo fijarme en ella. La cara redonda, bonachona y oscura; ya una señora pero no podría calcular su edad. Más una tía que una madre, con una cara conocida de pelo negro y lacio, que parecía haber sido cortado de un solo tijeretazo contundente, cayendo a los lados. Además de eso, sólo recuerdo que era muy blanco el blanco de sus ojos. Entendí que iba a colocar algo en la mesa y extendí mi mano en un movimiento automático. Algo se iba a partir en su expresión, su sonrisa se cuajó, me miraba fijamente. Sentí polvo y calor en mi mano, como una tela pesada. La mujer se rió con descaro cuando me di cuenta de que era pan lo que me había dado. Era anaranjado, o color de harina cruda... ¡No, era más bien rosa! como un costalito con trozos naranjas y relleno de algo. Yo empecé a comerlo mientras la mesera colocaba ahora una botella descomunal con un vino muy oscuro dentro, adornada con letras redondas —casi círculos. Traté de detenerla,

— No, gracias. No la quiero.

— Ya está incluida… o ¿no va usted a quedarse? — Ya en mi negativa, ella había adivinado algo más de lo que he dicho hasta ahora.

— Entonces, ¿no hay menú?

— No. No hay carta, aquí todos comen el mismo menú. — Dijo mirando a su alrededor el salón completamente vacío.

— ¿Y cuánto cuesta?

— Cinco mil — fue su respuesta. Y anticipando la siguiente pregunta, continuó — Es abundante, pero lo más caro es el veneno. Lo sirven a todos por igual, es que tienen demasiado. Tarda en actuar después del pato, las sopas y las tartas; se supone que las láminas de oro protegen el estómago, pero yo he visto que funciona sólo la mitad de las veces. No vaya usted a creer que son las hojitas de oro las que definen el precio. Es el veneno. Lo malo es que para cuando hace efecto ya se han ido de aquí, y ya no podemos ayudarles. ¿Va usted a quedarse? — El pan de crepa se me estaba fundiendo en los dedos. Sin pensarlo escarbé con dientes y lengua en mi mano desnuda unas dos o tres veces y boté el resto.

Me levanté. Tenía los ojos sucios y la garganta seca; llegué directamente a la cocina, dispuesto a comer lo primero que encontrara.





Ciudad de México 20070323 1931 - 5 Nisan 5767

2 commentaires:

Lizette Jacinto a dit…

Bueno, está claro que fue el hambre lo que te indujo al sueno este. pero, en realidad qué significa el color rosa para tí?, qué significa la posibilidad de morir envenenado?
Toda un viaje esto de los suenos, no?

Besos!

JWVM a dit…

Lizette querida,

El rosa... le he estado dando vueltas al rosa en estos días, puede significar muchas cosas. El veneno fue la parte más sorprendente de todo, es algo que deveras no me esperaba (probablemente no esperaba encontrarlo precisamente en el rosa). Y bueno, ahora el sueño se he convertido más bein en un relato y, como me dijeron hace unos días, tiene vida propia y ha seguido cambiando un poco cada vez. Lo sigo trabajando y al releerlo voy heciéndole pequeñas modificaciones. Y pues esto de estar soñando me ha resultado en un buen pretexto para comenzar a escribir de-otro-modo.

Muchos muchos besos.